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La desconfianza en la salud pública y la elección personal impulsan el brote de sarampión en Texas

Un niño aferra el dedo de un hombre durante un servicio religioso en la iglesia
Un niño aferra el dedo de un hombre durante un servicio religioso en la iglesia Comunitaria de Seminole, el domingo 23 de febrero de 2025, en Seminole, Texas.
(Julio Cortez / Associated Press)

El sarampión ha golpeado una ciudad del oeste de Texas y docenas de niños han enfermado, pero en la iglesia Comunitaria de Seminole, más de 350 fieles se reunieron para un servicio dominical. Llenaron los bancos sentados codo con codo, los niños vestidos con camisas de botones a juego con sus hermanos, y las pequeñas con el cabello atado con lazos rosas.

Los padres intentaban que los niños pequeños guardaran silencio mientras sus esposas salían a cambiar los pañales de los bebés.

Una niña de esta congregación mayormente menonita fue una de las que contrajeron la enfermedad respiratoria altamente contagiosa, dijo el pastor principal, David Klassen, pero se encuentra bien y jugó felizmente durante su cuarentena. Había oído de al menos dos escuelas menonitas que cerraron por un tiempo para desinfectar.

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Lo que no ha oído: ningún contacto directo de las autoridades de salud pública sobre qué hacer, aunque el número de personas enfermas de sarampión ha crecido a 146 y un niño en edad escolar ha muerto. Y si bien Klassen es un líder de confianza en la iglesia y la comunidad, sus feligreses no han preguntado si deberían vacunar a sus hijos, y él no querría opinar al respecto.

Cada vez que nace un bebé en Luisiana, donde el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, ganó fácilmente la reelección el año pasado, hay más del 60% de probabilidad de que los contribuyentes hayan financiado el parto a través de Medicaid.

“Con esta situación del sarampión, puedo decirle honestamente que no hemos tomado ninguna medida como Iglesia”, dijo. “Lo dejamos a criterio de las madres”.

A medida que el sarampión —una enfermedad prevenible que Estados Unidos consideró erradicada en 2000— se propaga por la vasta zona rural del oeste de Texas, Klassen se apega a un punto de vista sobre las vacunas que es un principio clave para los menonitas. Los cabezas de familia son la máxima autoridad en la toma de decisiones, no las recomendaciones externas, y mucho menos los mandatos del gobierno.

En esta región, donde los votantes apoyaron de forma abrumadora al presidente Donald Trump, hay otro brote paralelo al de sarampión: uno de desinformación sobre las vacunas, desconfianza hacia los funcionarios locales de salud pública y miedo a que la autoridad gubernamental anule la autonomía familiar. Y en el escenario nacional, Robert F. Kennedy Jr., el principal funcionario de salud del país y un activista antivacunas, restó importancia al brote en Texas como “no inusual”.

“¿Confío en todas las vacunas? No”, dijo Klassen. “Y entiendo de (Kennedy) que él tampoco confía en todas las vacunas. Y él está muy bien informado en eso; yo no lo estoy”.

En un artículo de opinión para Fox News Digital, Kennedy escribió sobre el valor de la vacuna, pero no llegó a pedir a las familias que la obtuvieran, diciendo que la decisión es “personal”. Instó a los padres a hablar con sus proveedores de salud sobre las opciones.

El escepticismo sobre las vacunas también se ha visto impulsado por legisladores estatales que este año presentaron más de una docena de proyectos de ley que fortalecerían o ampliarían las exenciones de vacunas, que Texas ya permite por “razones de conciencia, incluyendo una creencia religiosa”.

El papa Francisco se estabilizó lo suficiente el martes después de dos crisis respiratorias para reanudar el uso de un tubo nasal para oxígeno, en lugar de una máscara de ventilación, mientras continuaba luchando contra la neumonía, informó el Vaticano.

Médicos en primera línea
En hospitales de Lubbock, 129 kilómetros (80 millas) al norte y en la primera línea del brote, los bebés con sarampión luchan por respirar.

La doctora Summer Davies, pediatra de Texas Tech Physicians, dijo que ha tratado a unos diez pacientes del brote, la mayoría muy jóvenes o adolescentes. Dijo que algunos niños han tenido que ser intubados, incluyendo a uno menor de seis meses. Otros llegan con fiebres tan altas o dolores de garganta tan severos que se niegan a comer o beber hasta el punto de la deshidratación.

“Es difícil como pediatra, sabiendo que tenemos una forma de prevenir esto y evitar que los niños sufran e incluso mueran”, dijo. “Pero estoy de acuerdo en que la inmunidad colectiva que hemos establecido en el pasado no es la misma ahora. Y creo que los niños están sufriendo por eso”.

En el condado de Lubbock, el 92% de los niños de preescolar están al día con sus vacunas contra el sarampión, las paperas y la rubeola (una inyección conocida como MMR o triple vírica), según el Departamento de Servicios de Salud del Estado de Texas. Eso es inferior al umbral del 95% que los expertos dicen que se necesita para prevenir la propagación del sarampión.

El condado Gaines, que incluye a Seminole, tiene una tasa de vacunación de la triple vírica del 82%, aunque las tasas para estudiantes educados en casa o en escuelas privadas pueden ser mucho más bajas. La combinación de vacunas es obligatoria para los niños antes de ingresar a la escuela infantil en las escuelas públicas de todo el país. Muchas familias menonitas no envían a sus hijos a escuelas públicas.

Ninguno de los niños admitidos con sarampión en el Hospital Infantil Covenant en Lubbock estaba vacunado, dijeron funcionarios la semana pasada. La doctora Lara Johnson, directora médica del hospital, dijo a The Associated Press que el centro ha visto a más de 20 pacientes, incluidos niños, adolescentes y madres embarazadas, desde que comenzó el brote a finales de enero.

La noticia de un caso de sarampión en Seminole, con una población de 7.200 personas, puso a los médicos en “alerta alta compartida”, dijo el doctor Martin Ortega, médico de familia de Texas Tech Physicians en Odessa, a aproximadamente una hora de distancia.

Los pequeños pueblos del oeste de Texas pueden parecer completamente aislados en un mapa, con poco entre ellos más allá de instalaciones de petróleo y gas y desiertos extensos. Pero la región está conectada por su gente, que recorre largas distancias de forma habitual para ir a supermercados, hospitales y lugares de culto.

Muchos médicos están viendo casos de sarampión por primera vez en sus carreras. En el condado de Lea, Nuevo México, a 30 minutos al oeste de Seminole, nueve casos de sarampión sin una conexión clara con el brote de Texas inquietaron a médicos y padres. Un bebé no vacunado en Austin también dio positivo por sarampión después de unas vacaciones en el extranjero.

Es “un poco surrealista”, dijo la doctora Rumbidzai Mutikani, pediatra en la Clínica Médica Hobbs del Distrito Hospitalario Nor-Lea. Los padres estaban tan preocupados que “nuestros teléfonos no dejaban de sonar”, dijo Mutikani.

Katherine Wells, directora del departamento de salud pública de Lubbock, dijo que el entorno rural del oeste de Texas es un gran desafío, no solo para llegar a los pacientes y transportar muestras de pruebas, sino también para difundir la información.

Gran parte de la comunicación se realiza boca a boca, dijo, pero están trabajando en anuncios de servicio público con residentes del condado Gaines de confianza, colocando carteles sobre el sarampión, repartiendo volantes y publicando en grupos de WhatsApp.

La pandemia de COVID-19 causó “mucha desconfianza en la salud pública” y en los requisitos del gobierno, dijo Wells. En Facebook, la gente la ha acusado de inventarse el brote de sarampión. Desean que su departamento pierda su financiamiento.

Es “realmente doloroso”, dijo. “Estamos trabajando para ayudar a fomentar las vacunas en nuestra comunidad y ayudar a esos niños que están infectados para asegurarnos de que reciban tratamiento médico y no terminemos con otra muerte”.

Partidario de Trump, pero “no antivacunas”
Sin embargo, la realidad sobre el terreno puede tener más matices.

El alcalde de Brownfield, Eric Horton, es partidario de Trump, dijo, pero también de la triple vírica.

Su condado se vio gravemente afectado por el COVID-19, dijo Horton, con casi 90 muertes. Así que cuando los casos de sarampión llegaron a su ciudad de 8.600 habitantes, Horton temió por su comunidad. Dijo que el hospital local ha estado ocupado administrando vacunas desde que comenzó el brote.

“Aquí en las llanuras del sur de Texas, somos personas conservadoras, pero tampoco somos antivacunas”, dijo.

En toda la región, la gente expresó este sentimiento sobre las vacunas infantiles de rutina en entrevistas con AP y The Texas Tribune. A menudo, sin embargo, son menos solidarios con las vacunas contra COVID-19 y la gripe.

“Es frustrante que (los menonitas) no se vacunen y expongan a las familias y niños de otros”, dijo Stephen Spruill, un camionero de 36 años de Seminole.

Pero “esto es Estados Unidos. La gente tiene derecho a elegir”.

Macey Lane, residente en Hobbs de 31 años, dijo que “apoyo a Donald Trump. No apoyo no exigir vacunas”.

Todos los hijos de Lane están vacunados. Elogiando la votación del senador Mitch McConnell en contra de la nominación de Kennedy, dijo que el hecho de que “el único republicano que se opuso a RFK fue un sobreviviente de polio dice mucho”. Pero dijo que votó en función de otros temas: sus creencias religiosas, su postura sobre el aborto y quién sería el mejor para la industria del petróleo y gas de la región.

“En cuanto a que RFK sea un antivacunas, esto es lo más importante: la gente tiene que tomar una decisión por sí misma y estar lo más informada posible”, dijo Horton.

Pero en las consultorios de médicos de toda la región, los pediatras ven las consecuencias de esa postura.

Mutikani, la pediatra de Hobbs, dijo que ha visto aumentar los reparos sobre las vacunas en los últimos años, ya que los padres vienen a ella con preocupaciones que coinciden con lo que se comenta en las redes sociales. La desinformación “virulenta” es especialmente preocupante en áreas rurales con pocas fuentes de noticias o donde viven muchas personas que no ven a médicos regularmente, dijo.

Y tener “estas personas públicas muy grandes y respetadas yendo abiertamente en contra de la corriente, en contra de la investigación y de lo que sabemos, lo hace muy, muy difícil”, dijo.

La mayoría de los texanos todavía vacuna a sus hijos, incluida Jennifer Sánchez, una residente de 26 años de Odessa. Ella llevó a su hijo de seis años y a su bebé de uno año al departamento de salud pública local la semana pasada para recibir la vacuna contra el sarampión.

Está desinfectando su casa por precaución y desea tener más información sobre cómo detener los contagios.

“El gobierno debe darnos más herramientas para que podamos protegernos”, dijo.

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